Hay muchas creencias y culturas donde el perdonar o pedir perdón es un bien de los más preciados y la manifestación de una profunda humildad y grandeza personal. Sin embargo es muy peligroso caer en las garras de esta trampa que muchas veces lleva a una burda manipulación de la situación, donde solamente se acallan culpas de las cuales no podemos hacernos responsables.
Voy a explicar un poco más a lo que me estoy refiriendo. Esta mirada la tomo del terapeuta alemán y creador de las Constelaciones Familiares: Bert Hellinger. Realmente me impactó como él considera el pedido de perdón y el perdonar, tanto que me llevó a una profunda introspección y a una visión muy diferente de las situaciones difíciles en los vínculos o relaciones humanas.
Cuando alguien comete un error con otra persona y la afecta, en el mejor de los casos le pide perdón, dejando a esta persona no sólo afectada, sino que además tiene que hacer algo por la persona que la afectó: perdonarla. Entonces no sólo dañó al otro sino que encima el otro lo tiene que perdonar. Esto, que puede parecer absurdo o infantil, siento que es un gran disparador de conflictos y disgustos en la humanidad.
Pero entonces, que se puede hacer cuando daño a otra persona? Hay unas palabras mucho más sabias, y que encierran muchísima más sabiduría que el pedir perdón, éstas palabras son: Lo siento!
Decir “lo siento” quiere decir que a mí también me afectó el daño que hice, y “siento” con el otro lo que pudo sentir a causa de mi daño. Por otro lado, estoy diciendo que cargo con la culpa de lo que hice y me hago responsable. Miro aquella acción, bajo la cabeza aceptando también el daño y haciéndome adultamente responsable por aquello. Y por si fuera poco, lo libero al damnificado de tener que hacer algo por mí y mi accionar. Lo dejo libre de poder tomar la decisión que necesite y lo haga sentir paz y sobretodo sin culpas.
Ahora, si fui yo al que hicieron daño, y “perdono”, lo que en realidad estoy haciendo es ponerme por encima del otro, de alguna manera estoy diciéndole que soy mejor o más grande, y ese sentimiento entre pares nunca puede llevar a una relación sana y fértil. Más bien, le suma un desequilibrio al daño primeramente producido dejando casi por imposible que se recupere el vínculo.
En ese caso, lo más sano que se puede hacer, y tal cual lo manifiesta Bert Hellinger, es causar un daño un poco más leve que el que me hicieron. Suena muy extraño!! pero cuando se hace con conciencia y amor, realmente se logra equilibrar la relación, siendo la única manera de que se reviertan lo daños por acciones, ahora sí, de manifestación del amor mutuo. Cuando yo hago un daño menor al otro, éste lo acepta con el mismo amor y siente la necesidad de devolver ahora con algo bueno para el vínculo, y éste queda sanado.
Como es un concepto revolucionario, y que puede llegar a mal entenderse, siento que lo más importante antes de poder tomar estas decisiones, es tener mucha conciencia y estar lo más libres posible de cualquier rencor o bronca antes de poder dañar con amor al que me dañó primero. Bert lo llama “venganza con amor”.
Esta sí que es una forma adulta y madura, conciente y que conlleva muchísimo amor y grandeza personal.
Mirar el error ajeno como una manifestación de algo más grande que él, que yo y que la relación misma. El error ajeno como aprendizaje y maestro para mi propia existencia. No siento tan víctimas ni el otro tan malo, más bien tomando la responsabilidad que me toca y hacerme cargo, aunque no haya tenido en sí nada que ver con respecto al daño que me hicieron. Un ladrón no le roba a cualquiera, le roba al que se deja, no de manera conciente, claro, justamente lo que hay que permanente trabajar es esa energía invisible y oculta que damos a los otros. Y principalmente salir del papel de víctimas y hacernos responsables de lo que damos al universo, y con ello lo que nos es dado d vuelta.
Marzo 2014 – Dra Mariana Freccero